
Viví en Azul más años de lo que es saludable. Por más que me ponga benevolente, bien dispuesto y todo eso no encuentro provecho en haber transcurrido allí tanto tiempo. Quizá el único mérito que encuentre, al fin y al cabo, es haber vivido en un pueblo con un ángel de piedra en su cementerio. Pero un ángel de piedra enorme.
Es impactante ver, por sobre un RIP gigante, ese ángel inánime, con su espada, eternamente en guardia.
Azul sólo vale por ese ángel.
El resto, que descanse en paz.
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